Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1884-1885 (Cortes de 1884 a 1886)
Sesión: 31 de diciembre de 1884
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Ministro de Gracia y Justicia
Número y páginas del Diario de Sesiones: 55, 1493-1494
Tema: Publicación por la prensa de Nueva York de la copia del tratado de comercio con Estados Unidos

Señor Presidente, yo no quisiera privar a nadie del derecho que tiene a usar de la palabra cuando le corresponde; pero si puedo hablar en este momento, molestaré tan sólo a la Cámara breves minutos. [1493]

He pedido la palabra en el momento en que el Sr. Ministro de Gracia y Justicia increpaba hasta cierto punto a las oposiciones por haber traído a las Cortes un asunto en su opinión baladí, pues como esto representa por lo menos un cargo de ligereza contra las oposiciones, he creído que debía contestar al Sr. Ministro de Gracia y Justicia con algunas palabras, aunque habrán de ser muy pocas.

Su señoría ha ofrecido en el discurso de esta noche dos aspectos distintos. Alguno de ellos merece nuestros aplausos, y yo se los tributo muy sinceros, sobre todo por las patrióticas palabras que ha pronunciado en lo que se refiere a nuestras provincias de Ultramar; palabras a las que nosotros nos asociamos de todo corazón, y que además han sido un gran consuelo que era muy necesario y que exigía sin duda el asunto que estamos discutiendo.

El Sr. Ministro de Gracia y Justicia, por otro lado, me parece a mí que no ha estado muy correcto al levantarse como tal Ministro a declarar si es o no delito un acto que puede estar, que acaso esté ahora sometido a la acción de los tribunales. Yo no creo que S.S. tenga necesidad de hacer esto, y entiendo además que es inconveniente que eso se haga, no ahora, no por el momento ni por el asunto de que se trata, sino en general, por cuya razón ruego al Sr. Ministro de Gracia y de Justicia que no lo vuelva a realizar. (El Sr. Ministro de Gracia y de Justicia pide la palabra).

Por lo demás, todos reconocemos que hay dos esferas: una, la del derecho, otra la de la moral; la primera, o sea la del derecho, restringida y pequeña; la segunda, esto es, la de la moral, más amplia, más grande. Y para S.S., el acto que estamos discutiendo (y que no es tan baladí como asegura) no cabe dentro de la primera esfera, o sea la del derecho; pero sí de la segunda esfera, que es la de la moral. Ésta me parece que es la síntesis de cuanto S.S. ha dicho. Pues bien; bajo este punto de vista, y apartando el acto que examinamos de la primera de estas dos esferas y colocándola dentro de la segunda, S.S. la ha reprobado y ha dicho que ese hecho es altamente censurable. Ésta es la opinión del Sr. Silvela, y opinión es precisamente todo lo contrario de lo que ha expuesto estos días el Sr. Ministro de Estado. He aquí, Sres. Diputados, por qué a mí me ha entristecido la actitud del Gobierno respecto de un hecho que es altamente inmoral.

Si un periodista, si un reporter, si un agente o corresponsal con su trabajo, con su celo, con su actividad, con su inteligencia, logra adquirir ciertas y determinadas noticias, es justo que obtenga la recompensa de ese celo, de ese trabajo, de esa actividad, de esa inteligencia y de los sinsabores que tiene que sufrir: aquí no hay nada que no sea lícito, como precio del trabajo. Pero cuando ese agente de noticias, cuando ese periodista está investido de altísimo cargo; cuando por virtud de aquel tiene gran influencia cerca de los Gobiernos, y por ella consigue apoderarse de ciertos datos o de ciertas noticias y las vende, no hace una cosa que sea permitida, y comete un abuso altamente inmoral. Porque, Sres. Diputados, las noticias obtenidas, los resultados alcanzados, no se deben a los esfuerzos del reporter, sino que se obtienen por la influencia que da la investidura, que da el nombre, que dan las relaciones con el Gobierno, y esto, repito, no se puede ni se debe hacer. Por esto, Sres. Diputados, me ha consolado, y nos ha consolado a todos nosotros, lo que ha dicho el Sr. Ministro de Gracia y de Justicia; y por eso mismo me entristecía a mí, y nos ha entristecido a todos, lo que hace días dijo también el Sr. Ministro de la Gobernación. Porque no dar importancia a hechos de esta naturaleza, es entrar en un camino peligrosísimo, es hacer perder a la opinión el sentido moral, y no hay nada que tanto dañe a la sociedad, nada que tanto deba alarmarnos, como el mal ejemplo que viene de arriba.

Y esto, Sr. Ministro de Gracia y Justicia, merece bien ser tratado por el Parlamento, aunque no sea más que para demostrar que los Gobiernos que no dan importancia a ciertas cosas, que cuando se les denuncian hechos semejantes dicen "eso no es nada, con su pan se lo coma el autor, buen provecho le haga", no cumplen con la misión que les está encomendada. No procederá así ciertamente el Sr. Ministro de Gracia y Justicia. Su señoría, por el contrario, condenará ese hecho con toda la energía, con toda la indignación de que es capaz y eso es lo que nosotros queríamos que hiciera el Gobierno, para que estos escándalos no se repitieran.

Ésta es la significación que tiene en estos momentos nuestra actitud. Para Ministros que de cierta manera se explican, es un voto de censura; para los que se expresan en sentido contrario, como lo ha hecho el Sr. Ministro de Gracia y Justicia, es un voto de confianza.

Y concluyo, porque no tengo más que decir, y además, estoy abusando de la benevolencia de la Cámara, porque no debía haber hablado. Doy, pues, gracias al Sr. Presidente, y se las doy también a la Cámara, porque me han permitido decir estas breves palabras para fijar bien el sentido de nuestra actitud en esta, no baladí, sino importantísima cuestión, por lo que afecta a los intereses del país y lo que puede ofender a la pública moralidad. [1494]

(Toma la palabra el Sr. Ministro de Gracia y Justicia.)



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